La
juventud es feliz porque tiene la capacidad de ver la belleza. Cualquiera que
conserve la capacidad de ver la belleza jamás envejece.
Franz Kafka
-Ausencia-
El despertador suena.
Es hora de iniciar el día… Extiendo mi brazo izquierdo, pero no estás… Este
lado de la cama está vacío y mi corazón se estremece dentro de mí. No has
regresado el día acordado. Tengo miedo, pero sé que eres capaz de volver. Sé
que eres fuerte, que sabes cuidarte y eso me impulsa a iniciar este día, un día
más sin ti.
Me siento en la cama y
me reflejo en mi espejo: Aquí estoy en mi pijama blanco que tanto te gusta y mi
negro cabello ondulado está hecho una coleta. Quiero quedarme en mi cama… Envolverme
en mis sábanas mientras trato de huir de mis miedos, pero sé que no te gusta
que sea así. Me conociste débil, temerosa y vulnerable, pero así me amaste.
Acepte estar contigo a pesar del peligro que tu cercanía representa para mí.
Debo enfrentar el día,
no importa que traiga consigo. Sé que existe una pequeña probabilidad de que te
vuelva a ver al final. Sino es hoy, será mañana, pero lo que importa es que
será y esa esperanza me hace seguir. Aunque parezca estúpido debo ser fuerte
por ti… Debo ser fuerte para ti.
La ducha me permite
volver a la realidad. Tengo la sensación de haber dormido por días, creo que le
llaman cansancio rezagado… El miedo no me permite dormir tranquila. Lavo mi
cabello y mi piel con la fragancia a fresas que he usado desde que era estudiante de secundaria. Me visto con un
pantalón de lona sencillo, una blusa blanca y unas zapatillas azules.
Sirvo solo un plato en
la mesa desde aquella última cena… Preparé tu comida favorita y no dejaste
nada. Disfrutas tanto mi manera de cocinar a tal punto que me has equipado casi
como una cocina de esos restaurantes caros. Amo cocinar. Desde niña, siempre
estaba metida en la cocina de mi madre y admiraba la magia con la que le daba
sabor a los alimentos. Ella hacia que un simple puré de papas supiera a gloria.
No necesitaba tener tantos implementos, pues ella cocinaba con amor y era feliz
al prepararnos suculentos platillos. Recuerdo cuando te mostré un viejo y
descolorido cuaderno donde ella y yo habíamos escrito algunas recetas… La
mayoría de esas páginas tienen una marca, la marca que le pones a tus recetas
favoritas. Son cosas pequeñas que me traen recuerdos felices.
Sé que mantienes esta
casa, pero no me gusta estar desocupada ni sentirme inútil. Debo ir a trabajar…
Me distrae, me hace bien cuando no estas.
El Camaro azul del 67
que está parqueado frente a la casa fue un obsequio para mi cumpleaños pasado.
Me pediste disculpas por no haberlo encontrado en mi color favorito… Puse mis
ojos en blanco antes de abrazarte… Lo cuido desde entonces, yo pago el mantenimiento.
No me gusta abusar de tu dinero, sé que no te duele pagar por nada (sobre todo
si es para mí) pero así me conociste y así me amaste, aun con mi testarudez.
•••
La música del radio me
distrae y me relaja para ir a mi trabajo al igual que los tímidos rayos de sol
que me acompañan en mi camino. Amo lo que hago, y me alegra que tú también lo
ames, es algo que tenemos en común.
Al entrar al salón, los
niños corren hacia mí para recibirme con abrazos, flores y algún pastelillo que
una madre me envía. La risa de mis ángeles es un medicamento formidable. Ellos
anestesian mi tristeza y sin duda que me hacen los días más cortos. Los veo
gritar, correr, sonreír tan espontáneamente que me hacen desear ser uno de ellos
y envidiarlos. Cantamos, coloreamos, danzamos y jugamos juntos. Nos
complementamos: Yo les enseño lo que se y ellos me enseñan lo que olvidé con el
tiempo. Quisiera volver a su edad, pero no te tendría, aunque sé que es
ridículo y que es imposible regresar el tiempo, siento temor solo de pensarlo.
Lo único que realmente
envidio es su sueño. Se duermen tan fácilmente y con tanta tranquilidad que es
envidiable. Duermen tranquilos porque no tienen que temer, saben que los cuido,
saben que son amados y que en un par de horas volverán a estar en casa con todo
lo que aman. Tienen paz, su inocencia les hace tener la paz necesaria para
dormir de esa manera. Mientras tanto, califico las lecciones en sus cuadernos.
Ver su trabajo me dibuja una sonrisa en el rostro. Mamá siempre me dijo que los
niños son como tierra fértil y que los frutos que se obtengan dependerán de
cómo se labre esa tierra. Por ello trato de ser una buena labradora y esta
tierra es agradecida con mi trabajo, ya que la labro con amor, paciencia y
firmeza.
El trabajo acabará
pronto. He almorzado junto a ellos en el piso y me siento como una más. Es
hermoso disfrutar de los detalles simples de la vida. Las niñas se sientan en
el piso con tranquilidad, les he enseñado a ser niñas y disfrutar de nuestro
pequeño salón de clases, a no tener recelo ni limitarse por nada. A los niños
les he enseñado a respetar a las niñas y a divertirse en lugar de competir y
buscar siempre ganar. Como dije antes, esta tierra es agradecida con mi labor.
Cuando te pregunté
porque te gustaba tanto mi trabajo, me respondiste que te encanta verme con
niños, que estás seguro de que sería una madre increíble… Sé que no quieres que
tengamos hijos porque te aterra dejarme sola con ellos, sabes que el riesgo de
no volver es enorme y no quieres que crezcan en un hogar como en el que te tocó
crecer por todas las dificultades que viviste y que te hicieron tomar el camino
en el que vas.
He salido la tarde del trabajo. Me gusta dejar mis
deberes terminados para el siguiente día. En la medida de lo posible no me
gusta llevar trabajo a la casa. Esa casa
es nuestro aposento y me gusta mantenerlo así.
•••
La preocupación ha
vuelto. Me descubrí sosteniendo entre mis dedos la sortija que me obsequiaste y
con la que uní mi vida a la tuya, con la que me prometiste cuidarme, protegerme
y ser para mí como yo sería para ti. Es de oro blanco. Tú no llevas una porque
eres muy distraído como para no perderla… Amo tu ingenuidad, sé que eres una
persona dulce, y es por eso que no me atrevo a juzgarte o criticarte, porque
por desgracia la vida te orilló a hacer ciertas cosas.
En cierto modo, yo me
las apañé más fácilmente; por decirlo así, me toco una vida más fácil y
pacífica. Tú sufriste mucho, y a pesar de que tienes una imagen tosca e
inflexible, sé que no eres así. Nunca voy a justificar lo que haces, pero
tampoco me atrevo a juzgarte. Yo te conocí así, y si quiero que cambies es por
ti.
Estoy dentro del
Camaro. Conduzco al pueblo para comprar algunas provisiones.
Son las 5 de la tarde y
el cielo esta oscuro. Lloverá dentro de poco y será delicioso tomar una taza de
té caliente endulzado con miel al lado de la chimenea. En estos días me bebí tu
café, debo reponerlo. Sé que el café colombiano que venden en el pueblo te
encanta y me encanta consentirte con él, pero no puedo evitar beberlo ¡Es
delicioso!
No puedo evitar comprar
cosas para la casa. La casa es nuestro hogar, nuestro aposento al que solo tú y
yo tenemos acceso. Las cosas que compro van desde adornos hasta artículos de
limpieza… Sé que no te gusta que haga esas cosas, que tenemos el dinero
suficiente para contratar a alguien que se encargue de eso pero no sabes la
satisfacción que me da hacerlo. Cuando se tiene a una persona como tú, una
quiere encargarse personalmente de esos pequeños detalles… Me encanta que no me
obligues, desde siempre fuiste así.
Está lloviendo suavemente cuando salgo de la
tienda. Me subo al auto y manejo con precaución. Escucho en la radio un grupo
local. Me encanta el rock sureño. La música y la lluvia hacen tranquilo mi
camino a casa. La tormenta real inicia unos minutos antes de estacionarme
frente al porche. A pesar de que trato de cubrirme, la lluvia y el viento son
implacables. Aun estando a unos pasos de mi refugio, he terminado completamente
empapada al igual que las bolsas. Mañana no podré ir al trabajo con estas
condiciones. Cuando llueve así es mejor permanecer dentro de casa, el pueblo se
convierte en un lugar quieto.
Dentro de casa estaré
seca y segura. Tengo prisa por secarme y no coger un resfriado, cuando saco la
llave de mi bolso de cuero logro ver algo que llama mi atención: En la base de la
puerta me espera un tulipán púrpura. Es…
Hermoso, mi color favorito... lo tomo y entro de prisa. A pesar de estar hecha
una porquería, me detengo a admirar aquella hermosa flor. No es de aquí, por su
puesto.
Me apresuro a quitarme
los zapatos y colocarla en un jarrón con agua en la mesa del comedor. Hace
juego con las cortinas de nuestra cocina. Me hace sonreír a pesar del cansancio
y de él… (El miedo)
Me doy una ducha rápida
para quitarme la tormenta y el desastre que llevo sobre mí. Es relajante.
Cenaré un sándwich con una soda y luego beberé un té. Me pongo un pijama rosa
de algodón y dejo suelto mi cabello.
La tormenta se ve
increíble desde la casa, pero los rayos tienden a espantarme por eso corro las
cortinas. Tomo mi cena y me preparo el té… La atmósfera tiene un aroma a tierra
mojada por la lluvia. Me encanta el olor a naturaleza y es por eso que amo
vivir en las afueras del pueblo. Amo el mezquite que está al lado de la casa, es una cortina
vegetal refrescante.
La lluvia ha mermado
cuando me asomo a la ventana. Casi he bebido el último sorbo de mi té… Me
pierdo en el aroma a tierra mojada que tanto me agrada, aunque ahora un leve
aroma a pólvora se ha mezclado con mi atmósfera personal. Antes de que yo pueda
mover algún musculo de mi cuerpo, siento como dos fuertes brazos me rodean la
cintura. La taza cae al piso y siento que mi corazón se encoje cuando soy
consciente de lo que sucede. Solo deseo una única cosa, cuando entonces lo escucho…
-¡Hola, hermosa!